Ha sido el mayor ciberladrón de la historia y diseñaba sus ataques desde el sofá de su casa en España

Denis K. pasó de infectar a los clientes, siempre más descuidados con sus contraseñas, a inocular los bancos con todas sus barreras de seguridad. Los bancos no daban crédito a lo que veían. Unos atrevidos genios de la informática habían atacado a grandes corporaciones. Un reto en la ciberdelincuencia. Lo hacían por la satisfacción de vencer esos muros tecnológicos, aunque muchos vieron un Robin Hood en ese afán de no robar a los humildes clientes y sí destripar a los bancos. Medio millón de euros en cada ataque.

Diseñaba sus ataques desde el sofá de su casa en España, en Alicante. Denis K. el ingeniero, primero de la clase, acaba de llegar a nuestro país desde la cárcel rusa donde había cumplido por cometer otros ciberdelitos. Diseñó su primer virus para atacar a los bancos y fundó su organización que bautizarían Anunak, su primer ataque.

No estaba solo. Le ayudaban tres colegas rusos y ucranianos como él a los que había conocido en un foro especializado. Se fiaban los unos de los otros, sin haberse visto físicamente. No hacía falta. Hablaban el mismo lenguaje virtual. El mundo físico sin embargo, no le gustaba al ingeniero. Las mulas de vez en cuando se quedaban con más porcentaje del que les correspondía. No eran fiables pero no había opciones. Las mulas tenían que llevar el dinero físico a las oficinas de cambio para convertirlo en bitcoins. De esa manera la organización recogía sus ganancias blanqueadas. Parece mentira pero el cerebro llegó a perder 34 millones porque no fue capaz de encontrar su propia contraseña. Increíble pero cierto, 4000 bitcoins se quedaron en el monedero sin poderse abrir. Quizá por eso cuidaba tanto sus ahorros. Unos 110 millones. Vivía en una buena zona de Alicante, muy buena, llevaba dos vehículos de alta gama y relojes caros. Ya había conseguido inventar otra modalidad de robo, la de las transferencias; conseguía redirigirlas a sus cuentas bancarias para que luego las mulas sacaran el dinero con tarjetas de esas cuentas que crecían milagrosamente. Así saquearon en Madrid otro medio millón, en 12 cajeros distintos. Su último diseño proyectaba atacar las oficinas de cambio, las mismas que él usaba para conseguir bitcoins. Pero no llegó a hacerlo. La policía española le cazó. Algunos bancos españoles habían recibido su nuevo virus pero lo habían detectado a tiempo.